Una Mesa Solitaria

Soy un Naufrago Intelectual, y esta es mi historia.

Solo ahora, enfrentado a los mismos rigores, comprendo el agobio y la soledad que afrontaba Robinson, privado de todo contacto en su desierta isla. Digo privado de todo contacto pues no encuentro en mi ánimos para considerar las pesadillescas y paganas relaciones que podrían nacer de la convivencia de un Europeo y un Caníbal Pigmeo de nombre Semanal.

Comprendo, entonces, el destierro de Robinson. Soy ahora un Paria, único sobreviviente de un cataclísmico evento que arrastrara a mis pares millas mar adentro y me escupiera en las vírgenes playas de una tierra de seres antropomórficos fantásticos. Intercambiando sonidos y gestos en una horrenda pantomima de vida, con la emoción de un autómata, con el protocolo de una pelea de excrementos entre monos en un zoológico.

Al principio temí por mi vida, pero afortunadamente son criaturas desconfiadas. Levantan la vista con recelo al oír el lastimero chirrido del castigado cierre de mi bolso de viaje, miran de soslayo mi birome hender el papel. Tal vez, en lo profundo de sus pre-mentes, se debaten entre temor y asombro, entre duda y curiosidad, imaginando las portentosas e insondables posibilidades que aguardan más allá del papel. Mas su primitiva cultura no esta madura aun para imitar a los Súmeros...

Un grupo de jóvenes vainas se encuentra a mi izquierda. Habiéndose reunido para algún incomprensible ritual, remolonean sobre los restos de su cena, exponiéndome a lo más crudo de la realidad social dentro de sus filas.
Viéndome forzado a imitar sus hábitos alimenticios, mi estomago me asegura entre mil promesas de dolor que esta no será la ultima vez que vea mi cena esta noche. Claramente, algún imperativo biológico, reforzado por el habito, ha permitido a sus organismos adaptarse al punto de digerir y obtener sustento de poco mas que despojos. Despojos onerosos, pero despojos al fin.

Al observar el grupo cercano, se percibe de inmediato un fascinante mimetismo grupal, principalmente entre los machos. Estos parecen acatar un tácito acuerdo de conducta, el cual intuyo tiene como objetivo bajar el denominador común del sujeto en aras de hacer de la competencia por las hembras una menos acérrima, o incluso poder hacerse pasar por otro individuo de la manada y lograr intimar.
Esta homogeneidad de carácter se ve reforzada por similitudes en la forma de vestir, de llevar el cabello, de andar, de vestirse e incluso en formas de expresión y tonada; hasta el punto en que parece que incluso los rasgos generales del rostro a lo largo de las generaciones parecen coincidir en un Elckerlijc (*)

También dentro de ciertos arquetipos, que harían las delicias de Jung y compañía en su cristalina definición, las jóvenes cáscaras...

Palabras tiradas en un Cuaderno de Estadística, el Martes 12 de Junio de 2007, entre las 2200 y 2300 hs, esperando a los chicos en el Patio de Comidas de Unicenter para ver PotC: At World´s End.