Yes Rain

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Porque la Violencia, nunca viene sin que la inviten.

Antes de empezar, quisiera dejar en claro algo desde el comienzo: Me encanta la lluvia. Me gusta el viento, las tormentas, caminar por la calle con solo mi ruinosa campera de Jean y ver como todo el resto corre tratando inútilmente de no mojarse.

Ahora bien, dicho esto, ODIO Buenos Aires cuando llueve. Tengo una teoría al respecto, que pesque de por ahí alguna vez, que explica porque los porteños se ponen mas imbeciles cuando llueve.

A efectos de este ensayo, donde diga "porteño" (Oriundo de una Ciudad Portuaria) debe de leerse "Habitante de la Capital Federal o el Conurbano que es, por añaduría, un Imbecil"; y donde diga "Imbecil" quiero decir "Lelo, Nemo, Tonto, de Pocas Luces, Gil. De escasas o nulas facultades intelectuales, ya sea debido a malformaciones genéticas, problemas de gestación, complicaciones durante el parto, traumatismos en la tierna infancia o adicción al sellador para aberturas y/o/u Poxiran"

Si, en mi diccionario, "Porteño" es un termino despectivo, que debería estar en el estante de los Grandes Insultos Gentilicios, junto con Boligüayo, Macaco, Condorito y Estadounidense. Tengan en cuenta de que mi acepción del termino dista ligeramente del mas coloquial uso de la palabra, así que sepan discernir esos sutiles matices.

O caen en la bolsa de Porteños.

Cuestión es que de todas formas no venia de muy buen humor hoy... Teniendo en cuenta de que me cague yo solito como el boludazo que soy el Sábado con mi examen de Análisis, ir a la facultad no me convierte exactamente en un puñado de alegría loca. Pero ahí estaba, dándole al Algebra mientras veía de reojo como las nubes se arremolinaban alrededor de Ciudad Universitaria. Después de unas horas de esta rutina, decidí que lo más saludable seria levantar campamento antes de que decidiera largarse el aguacero. Claro que bastó con que trasponga el umbral del edificio para que se largue a llover lo mismo. Me subo al Tren, y ahí fue cuando se me empezaron a crispar los nervios.

Para los que nunca tuvieron la vivificante experiencia de viajar en el Belgrano, en Hora Pico, con Lluvia Y Calor, Y Humedad, les cuento: Es así como viajar en un baño turco. Con olor a Negro Sucio. Y Negros. Sucios.

Ni por puta casualidad alguien va a abrir siquiera un resquicio de una ventana, desde luego, porque afuera llueve. Claro que adentro todo mundo ya esta mojado, y el ambiente de claustro no mejora las condiciones dentro del vagón, en el cual el vaho es lo suficientemente denso como para cortarlo con un serrucho.

Esto se complica aun más porque, como puntualicé antes y explicaré después, cuando llueve los Porteños se ponen más Imbeciles. Un caso puntual es algún moncho que viajaba a espaldas mío. Es (O debería ser) una regla básica de convivencia a bordo del transporte publico que uno debería tratar de minimizar en lo posible el contacto físico con otros pasajeros con los que no se tenga cierto grado de familiaridad, a menos claro que uno busque organizar una improvisación de "Tira a Mamá del Tren" con un servidor en el papel protagónico de Mamá. Pero este tipo se empeñaba en reclinarse sobre mi persona, como si fuera parte de la mampostería del vagón. Mis opciones eran claras:

A) Comunicarle gentilmente que no gustaba de tomar parte en actividades homosexuales ("Flaco, perdona, pero no me caben los tipos. Ahora deja de apoyarte en mí o te rompo la cara. Pero con buena onda") Lo que desencadenaría muy probablemente un episodio de violencia.

B) Saltarme la parte de la comunicación social e imitar a Michael Douglas en "Un Día de Furia", lo que llevaría directamente a un episodio de Violencia.

o C) Ir a pararme a otro lado del vagón y esperar que la próxima persona que se me ponga al lado tenga mas de 2 dedos de frente.

En aras de mantener la compostura, elegí la opción C. Claramente un error de mi parte, ya que debería haber tenido en cuenta el factor Humedad en mi decisión.

Este es el siguiente: Se ha teorizado que el Porteño, en el receptáculo que debería contener masa encefálica, tiene en su lugar Aserrín. Este, al aumentar la humedad con las precipitaciones, se hincha, provocando un efecto similar al de una meningitis. Esto causa que el Porteño se encuentre menos a gusto que lo normal, lo que lo vuelve aun más irascible, terco e idiota en general.

Para no aburrirlos con mas pormenores, concluyamos en que mi viaje de vuelta fue una experiencia incomoda. Por decir lo menos.

Por suerte para cuando llegue a Torcuato seguía lloviendo, y por supuesto el 723 brillo por su ausencia, lo que me permitió ventear la mayor parte de mi bronca por el camino. Para cuando llegue a casa, ya casi podía volver a socializar nuevamente. Lo cual me vino muy justo, porque mi madre regreso desde Mendoza. Y aparte, tendría que estar estudiando Algebra para ESTE Sábado.

Así que aquí lo dejo. No Rain